lunes, 18 de diciembre de 2023

Esas reglas

Las reglas rotas son la expresión
de nuestra estupidez. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Así como en alguna ocasión alguien dijo “¿por qué no?” frente a una situación en la que debía saltarse el cumplimiento de alguna ley, también yo lo he pensado sin darme el tiempo de reflexionar sobre las posibles consecuencias de mis actos. Nos lo dicen desde niños y solemos creerlo porque respetamos lo que los mayores tienen que decirnos, al menos a edades tempranas, para después enterarnos de que son quienes más se quejan de aquellos que rompen las reglas, tendencia básica (normal) de los que suponen que las leyes se aplican sólo a los demás, sin que entendamos el origen de su inmunidad. Imaginemos que todos pensamos exactamente así, además de lo hipócritas que seríamos por proponer una normativa para no respetarla y por otro lado, todo el desorden provocado por no sentar las bases de comportamiento.

Cabría preguntarnos, ¿de dónde nos surgen las ganas de romper las reglas? Los simples deseos de sobresalir parecen poco cuando repasamos la cantidad de traumas que históricamente nos aquejan y han definido nuestro proceder por siglos -al menos uno-, lo que ha dado como resultado, una sociedad que ha adoptado a la simulación como forma de cortesía; la intensa insatisfacción con la cual vivimos a diario nos hace imaginar desde la magia lo que pudimos ser a pesar de que en realidad, cualquier alternativa histórica haría que no existiéramos. Nos es casi imposible aceptar lo que somos porque aún estamos en vías de saberlo y la cara que hemos estado descubriendo no nos gusta debido a que sólo hemos atendido a una parte del discurso que para nada es conciliador.

Es sólo mi experiencia pero creo que a todos les dará algo en qué pensar; hace algunos meses tuve la oportunidad de visitar a algunos parientes en la ciudad de Puebla, una mancha urbana casi del doble del tamaño de la ciudad de León, que tiene una fama de difícil y que sus automovilistas pasan por ser más desesperados que los de la ciudad de México. Esperaba encontrarme con las mismas escenas de antaño, carros cerrándose tratando de “ganar” el lugar para ahorrar tiempo, acelerones a diestra y siniestra y la joya de la corona: el claxonazo a mansalva cuando apenas va cambiando la luz roja a verde. Nada de eso pasó, por el contrario, la norma se volvió la excepción, inclusive cambió el límite de velocidad en las calles a 30 km/h y en los boulevares a 40 km/h y adivinen, la circulación es tan fluida que llegas rápido a todos lados.

Los deportes, el tránsito, un debate, todo tiene reglas; pueden desempaquetar (ésta es la palabra en español para los pelados que muestran cosas en YouTube diciendo unboxing) un aparato electrónico y van a encontrarse reglas de uso, de conexión y hasta de horarios en la forma de un instructivo. Podríamos apostar a que cada uno tiene reglas qué imponer a los demás, incluso la paradoja “prohibido prohibir” es una regla, poco aplicable por supuesto, pero regla al fin; las reglas son imperfectas porque las hacemos nosotros que sólo somos capaces de ver una porción de la realidad, aun así, debemos respetarlas porque el caos, a pesar de ser divertido, sólo lo es al principio, hasta que alguien pierde un ojo. Si sabiendo las consecuencias seguimos pensando en romper las reglas, sólo seremos unos necios. Salud.

Beto

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