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Las opciones siguen siendo las mismas. Foto: BAER |
La relación entre palabras ofrece una combinación casi infinita en la que se impondrá el uso consuetudinario por estrato social o escolaridad, por poner un ejemplo; para el insulto monosilábico (estoy exagerando) no se requiere mayor inteligencia que la simple reacción a una incomodidad, por lo que el usar más de una palabra supondrá al menos saber los significados individuales y qué resulta de juntarlos en la misma oración, lo cual tiene dos vías de interpretación, de las cuales el receptor suele tener la más delicada debido a que la vulnerabilidad se mide en el aguante y el arma la trae consigo el emisor. Pero la relación no se queda ahí, pues se busca que las palabras tengan que ver con el agredido, que lo reduzcan y que lo mantengan en una posición vulnerable.
La duración de una situación así, reza el dicho popular, es decisión del agredido; no hay honor en hacernos los valientes ante alguien más débil, no hay gloria en la agresión artera ni mucho menos puede hablarse de victoria cuando no hubo pelea. Sin embargo, si alguien de pronto se siente ofendido y responde con justicia, probablemente ahí se acabe el conflicto y no se trata de ir por la vida a la defensiva, sino de sabernos capaces y de tener la autoridad moral para repeler una agresión de cualquier índole y en cualquier nivel. Es posible que estén ustedes asintiendo con la cabeza pues tienen clara su valía individual, pero ¿qué hay de la colectiva? Hemos sido agredidos en innumerables ocasiones con discursos grandilocuentes que sólo buscan vernos la cara... y, entonces.
La costumbre de aguantar lo que sea y como venga porque es de buenos cristianos está acabándose y no parece tener vuelta de hoja, lo que no queda claro es si eso representa que vamos a poner resistencia o volveremos a adaptarnos para que no nos moleste pero las cosas sigan igual; lo segundo significa que, aunque cambien las caras, seguiremos escuchando los mismos pretextos para no hacer lo que deben; juntarán las palabras pueblo y servicios no para informar que los aplicarán, sino para cobrar impuestos. Si acaso fueran violencia, inseguridad y recursos, para decirnos que tengamos cuidado y que se les escaparon los capos que en circunstancias raras habían atrapado. Más que nuestros sentimientos, lo que ofende es que pongan en duda nuestra inteligencia. Salud.
Beto
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