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Tampoco se trata de tener a fuerza el mismo número. Foto: BAER |
Siempre he estado de acuerdo en que cada libertad conquistada le corresponde una responsabilidad específica pero, lo que no nos dicen al momento de conquistar un empleo, es que estamos obligados a estresarnos por preocupaciones ajenas, tampoco que al recibir un sueldo estamos obligados a comprar cosas que nos uniformen para guardar las apariencias, además de lo que nos gusta, claro; por supuesto, después de eso, hay fórmulas que resolver como el crecer y multiplicarnos porque si no... bueno, eso ya no es tan obligatorio, pero quienes optan por ello, deben multiplicar sus esfuerzos y trabajar ambos miembros de la pareja, porque es de seres libres hacerlo así, porque los tiempos así lo exigen y porque de todos modos un sueldo no alcanza, si eres un clasemediero aspiracionista.
Hemos asociado a la fuerza de trabajo femenil con su propia liberación, en un mundo en el que el trabajo es una sofisticada forma de esclavitud; hablamos aquí del trabajo para otros en el que la renta la establece quien la consume, no quien la ejerce. En la primera mitad del siglo XX, que las mujeres trabajaran era una especie de repuesto de la fuerza masculina, mientras sucedían ambas guerras mundiales, supuestamente de manera temporal pues, una vez de regreso, los hombres se encargarían de proveer a sus hogares de lo necesario; ¿es una visión machista? Quizá, sin embargo, era la concepción que se tenía de la vida. Pero entonces, ¿de qué las liberaría el trabajo, si es el máximo yugo con el que se somete a la población masculina? La propaganda apuntó contra las labores domésticas.
En lugar de convencer a los hombres de integrarse a la vida del hogar, se sacó a las mujeres de ella, con los resultados que vemos hoy en día; no es que las tareas domésticas nos hagan más nobles o humanos, quizá sólo nos ayuden a ser más organizados, por algo los militares le dan tanta importancia a tender la cama. Es cierto que una mujer que labora fuera de casa es mucho más abierta a la experimentación o al cambio, sus perspectivas son más amplias y desarrolla mejor sus potencialidades, pero hemos cometido el error de hacerlas trabajar al ritmo de los hombres. Hay que recordar que la igualdad entre sexos se refiere a tener la misma calidad y cantidad de oportunidades, no a volvernos machos y hembras de mentiritas y, si somos distintos, obedece a que funcionamos diferente. Salud.
Beto
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