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Con una buena escenografía, podemos esconder nuestros verdaderos intereses. Foto: BAER |
Día con día somos testigos de que las cosas no mejoran, por el contrario, lo peor de las sociedades de la nación se ha posicionado estratégicamente en cada nivel de mando, permitiendo que sus acciones queden impunes ante la ley; debemos entender que, como individuos, estamos solos y nada podemos en contra del aparato criminal en el que hemos permitido que se convierta el gobierno, pero como sociedad, sí somos capaces de cambiar las cosas y un primer paso para hacerlo sería el desconocimiento total de los partidos políticos, no uno o dos, de todos ellos porque ya han demostrado que su único propósito es vivir a costa del trabajo de quienes sí desean progresar sin abusar de los demás, por lo cual, estos tiempos electorales son propicios para al menos, considerar una acción determinante.
En ese pequeño ejercicio democrático en donde se evidencian los obstáculos en los que nos metemos al optar por uno u otro candidato, rejuego que nada más les hace el caldo gordo a los dirigentes de este bendito país que no ha encontrado la suya en más de doscientos años de una aparente vida independiente, porque no me dirán que no les vendieron la idea del fatalismo en el que nos sumimos por culpa de los tres grandes invasores que fueron España, Francia y los Estados Unidos, pero donde nunca nos contaron es que tomamos esa actitud de víctimas por la verdadera culpa de gobernantes codiciosos que se peleaban entre sí por su miserable búsqueda de riqueza fácil o de un cargo público que les garantizara exactamente lo mismo, para finalizar todos como siervos del exterior.
Porque aunque un gobernante de un país como el nuestro crea que sólo sirve a sus intereses, se está contando un cuento de hadas pues sus acciones quizá no sirvan al pueblo que juró proteger, pero sí debe rendir cuentas a alguna potencia que tenga intereses en esta zona económica que, por cierto, ellos manejan lo que en nuestro caso se resume en dos palabras: Estados Unidos. Son ellos (su gobierno) quienes avalan candidaturas o presidencias en pleno desde 1821, costumbre que terminaron de imponer con la doctrina Monroe, que por desgracia nada tiene que ver con Marilyn, que es sólo de tolerancia, nunca de aceptación, porque ellos no tienen amigos, en el mejor de los casos sólo socios comerciales y en ese rubro, tampoco estamos nosotros. Salud.
Beto
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