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La necesidad de guía no ha llevado a aceptar abusos. Foto: BAER |
Al iluminado se le fabrica un pasado de sufrimiento que va a superar descubriendo «el llamado», lo vivido antes de las penurias no existe, resulta anecdótico y no influye en su destino, una vez que recibe y acepta el mensaje, todos sus «pecados» son borrados, no perdonados porque a nadie le alcanzaría la vida para soportar tal osadía. Su vida pública estará colmada de eventos portentosos que darán de qué hablar en todos los niveles sociales e intelectuales, tendrá respuestas para todo y su palabra será ley. Fiel a su investidura, bajará al inframundo, manufacturado a su medida, enfrentará al maligno como un entrenamiento previo a su sacrificio ofrecido para nuestra salvación y ese trayecto lo encumbrará de tal manera que no quedará duda de que él es el escogido para guiar por siempre.
Va a reivindicarse por alguno de sus pecados los cuales nos harán pensar que está cerca de nosotros pero al mismo tiempo, nosotros nos encargaremos de mantenernos a distancia por esa curiosa tendencia de sentirnos indignos; ahora bien, este ser venido directamente del éter, que camina sobre las aguas o inspira a las masas cometerá ciertos errores que pondrán en duda sus intenciones, al menos en las cabezas de los más pensantes debido a que el flujo actual de información supera cualquier intento de incógnito. La vida privada fácilmente se vuelve pública y ésta ha transmutado en el tema por el cual cualquiera puede emitir una opinión sin que medie investigación alguna, lo que vulnera cualquier intento de secrecía en cualquier ámbito en el que nos desenvolvamos.
Cada etapa de cada país tiene uno, puede surgir de donde sea y hacerse seguir de todo tipo de personas pero que los hermane un rasgo: que se sientan desposeídos; a quienes les haya tocado en suerte conocer a un personaje así, sabrá que es muy importante que sus seguidores se manifiesten de esa manera pues, de lo contrario, el supuesto motivo de «su ministerio» no alcanzaría para justificar la tendencia, movimiento o revolución que esté promoviendo. Así lo entendieron los comerciantes del siglo XVI, Rousseau y Montesquieu, Lenin y Stalin, Hitler y Mussolini, Charles Manson y Gandhi y si a todos los coloco en el mismo renglón, es porque independientemente de sus intenciones y resultados se aprovecharon de la miseria de la gente que los rodeaba. Salud.
Beto
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