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Muy sabrosa la comida pero, ¿y la convivencia?. Foto: BAER |
El intercambio de dinero por objetos satisfactores se ha dado por centurias y al ser el primero la medida del poder adquisitivo de un individuo, una asociación civil o un gobierno, es la administración de este recurso lo que potenciará o limitará tanto la producción como el consumo, así que al menos en lugares como el nuestro, comprar de manera inteligente es casi un arte, principalmente para las clases menos favorecidas que no pueden mantener un gasto básico de dos mil pesos diarios para la manutención de una familia de cuatro. Habrá combinaciones o empleos extra que ayuden a completar esa cantidad, pero no es el ideal y las variables como un bajo sueldo, los costos de las cosas y un número superior de miembros familiares, echan a perder cualquier plan perfecto, lo que reitera la idea de que para gastar se debe ser muy inteligente.
Las tiendas chinas pueden ser una solución eventual para las economías domésticas, pues lo que importa es satisfacer una necesidad inmediata que, siguiendo los derroteros normales del comercio local, nos llevaría más tiempo juntar el monto necesario, lo malo es que por mucho que cuidemos la compra o el producto, hay ocasiones en los que nos llevamos sorpresas desagradables, como la vez -antes de que se viniera el boom chino- en que me compré un par de zapatos en la todavía Comercial Mexicana en un tiempo en que costaban alrededor de trescientos pesos los más baratos, pues resulta y acontece que estaban en cien pesos, brillaban allí, puestos en su estante con su color café, en una sola pieza con el mínimo de costuras y sus suelas negras de un grosor que influiría respeto por dondequiera que fuera, a menos que...
Después de tres puestas confirmadas se cuartearan, se les desprendiera el pellejo y terminaran rotos de donde se doblara el empeine porque ¡estaban hechos de cartón! Excuso decirles que mi frustración fue mayúscula dado que ni siquiera pude ir a reclamar porque había cometido el error de tirar el recibo de compra, un gesto que antes era un signo de confianza, un sentimiento que cada día más escasea. Lo peor del caso es que, el desconfiar se vuelca sobre todo un pueblo o una civilización, el rechazo se potencializa de tal manera que no deja lugar para la duda razonable, pero también debo decir que los chinos (los que viven aquí), no permiten mucho acercamiento que digamos pues, en todo el tiempo en que han estado ocupando un espacio (el cual desconozco por completo) no he conocido a persona alguna que asegure que tiene un amigo chino. Qué cosa. Salud.
Beto
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