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Expectativa contra realidad. Foto: BAER |
Todavía me tocó vivir un tiempo en el que los niños queríamos ser policías o investigadores privados al más puro estilo de Starsky y Hutch o Sherlok Holmes, pero ahora ni la investigación de verdad es tan atractiva, no se diga nada más la de los laboratorios, sino tampoco la policiaca, la cual parece inexistente; el hecho es que vivimos una farsa en la que los policías hacen como que nos protegen y nosotros hacemos como que les creemos, pero ni ellos ni nosotros dejamos de vernos con recelo. A riesgo de verme más clasista de lo que soy normalmente, no creo que se pueda esperar mucho de una relación entre un pueblo desconfiado pero que valora altamente los logros académicos y una corporación policiaca sobornable debido a su situación económica y social y una baja alfabetización que la mantiene explotable.
Se tejen muchas historias al rededor de las labores policiacas, que si están infiltradas por la delincuencia, que si su reclutamiento no responde a una preparación adecuada, que si sus armas tanto de fuego como legales en realidad los tienen maniatados, en fin, todo es un círculo vicioso que nada ha resuelto debido a la miserable dinámica social con la que tenemos que lidiar a diario, dado que la infraestructura es la principal causa de la incertidumbre puesto que siempre estamos pensando en si nos alcanzará el gasto para comprar lo necesario para vivir lo mejor posible. Si debido a lo anterior sumamos el resentimiento (consciente o inconsciente) del sector donde normalmente surgen los agentes de policía, tenemos el combustible perfecto para que la maquinaria de la corrupción funcione.
De ninguna manera es fácil pensar en una solución en el corto plazo, tampoco lo es el esperar que todos empecemos a pensar en confiar en cualquiera, mucho menos en instituciones que existen al capricho de los gobernantes en turno, pero el problema es que ni siquiera lo intentamos; mencionaba el resentimiento que, por desgracia, no es privativo de una clase social nada más, sino que es un problema histórico reforzado por más de una actividad, por ejemplo en la arquitectura construyendo fraccionamientos exclusivos, que no necesariamente son sinónimo de mucho dinero como los de Infonavit, los paquetes de las televisiones de paga o las canciones de José Alfredo Jiménez porque, independientemente de la clase, ¿quién no ha abierto su pecho para cantar «es mi orgullo haber nacido en el barrio más humilde»? Salud.
Beto
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