lunes, 10 de marzo de 2025

La desconfianza

La confianza se gana difícilmente pero
se pierde en un instante. Foto: BAER

Irapuato, Gto.- Cimentada en lo desconocido, ha servido de pretexto para la segregación o la lucha abierta en contra de quienes no son iguales, entendiendo esto como aquellos que nos no crean un ambiente controlado, pero algunas veces, ese control se propone unidireccionalmente; si estamos en un lugar al que consideramos ajeno, aunque los conozcamos, no estaremos en posición de movernos a nuestro antojo, así se trate de la casa de un amigo o un familiar y, por mucho que los visitemos, siempre habrá límites. Ése es el primer nivel de desconfianza en el que la incomodidad no resulta tan intensa por lo que podemos soportarla sin mayor complicación; en un siguiente nivel estarían los lugares de trabajo propiedad de esos mismos amigos y familiares, dado que la atención, como es lógico pensar, no puede centrarse en nosotros por un tiempo prolongado.

La desconfianza no sólo indica inseguridad, sino también una manera de mostrar que no se pretende abusar de quienes nos ofrecen hospitalidad, algo muy importante en nuestra cultura pues a nadie le gustan los confianzudos; en un caso extremo, que parece un chiste mal contado, el término woke que parecía haber tenido de inicio una intención positiva, terminó por volverse despectivo debido a la oposición «rabiosa» de los seguidores de esta tendencia del supuesto apoyo a movimientos en contra del racismo o la desigualdad pero que cayó rápidamente en los manejos discursivos de los sectores de extrema derecha o conservadores para descalificar a movimientos progresistas o de izquierda, lo cual, si lo observamos detenidamente, sólo se trata de ataques entre dos sectores extremos que tienen esquemas de pensamiento semejantes ya que, como sucede siempre, son lo mismo con nombres distintos.

Desconfiar puede salvarnos de peligros velados, pero también nos segrega debido a que nadie sabe qué esperar de nosotros, aunque esto es entendible debido a que la confianza total no existe ya que hay un margen muy pequeño (sano que lo haya) resultado de nuestras convivencias cotidianas, en el que dudaremos de lo que escuchamos pues puede tratarse de una broma, es decir, confiamos en que no nos harán daño pero desconfiamos de la veracidad de sus palabras. Podríamos llamarlo instinto de conservación, podríamos pensar en ella como un mecanismo de defensa, lo cierto es que salvo esos momentos en el que nos libramos de una situación incómoda, la desconfianza mina nuestras relaciones pues nos lleva a un total desconocimiento de aquellos a los que suponemos cercanos.

El grado extremo es el que vivimos en la actualidad, con el temor de ser atacados o asesinados, temor irracional derivado de la información que a diario recibimos de los medios masivos de información, apuntalado también, por la ineficacia de autoridades que sólo se interesan en seguir dentro del esquema de poder que hemos mantenido desde siempre; la situación no está para tener una actitud contemplativa esperando que esos mismos que nos han llevado al punto de no confiar ni en los vecinos, vengan a solucionar las cosas, por lo que debemos iniciar una etapa intensiva de diálogo, no en masa ni con la intención de convencer al país de nada, sino con los que tenemos cerca, con quienes compartimos las bardas, con ésos que tienen los mismos temores que nosotros. Salud.

Beto

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