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Aunque a veces salimos más rabones que coludos. Foto: BAER |
¿Qué hacemos para diferenciarnos y para qué lo hacemos? Tenemos varias formas con las cuales podemos acentuar nuestra individualidad y hay tres, por mencionar algunas, que logran evidenciar ese intento aunque contradictoriamente, sean elementos de uniformación; una es la vestimenta que, con la revolución industrial, vino a ofrecernos una variedad inmensa de prendas que, aunque nos lo propusiéramos y tuviéramos el dinero para comprarlas, no alcanzaríamos a usarlas todas, pero la producción en serie nos indica que, además de nosotros, hay cientos de personas que tendrán las mismas prendas que nosotros, entonces, hay miles de opciones para escoger un pantalón, una camisa, una falda, o una blusa, pero habrá cien personas que también las tendrán, lo que nos deja la opción de la combinación.
La variedad también abarca el optar por una u otra carrera universitaria, la oferta se ha aumentado considerablemente tanto en las disciplinas tradicionales como en las que optan por nuevos enfoques; al igual que una prenda, un título nos viste con diferentes marcas, aunque las formas sean las mismas. Hay abogados, médicos, arquitectos, en fin, profesionistas de toda clase tanto de las universidades estatales como de las particulares que pueden argumentar que hacen sus trabajos de formas distintas, sin embargo, las leyes, los fármacos, técnicas quirúrgicas y las construcciones obedecen a tendencias e investigaciones que las preceden por lo cual, los resultados que ofrecen terminan siendo muy similares y lo que, además de inventiva, pudiera diferenciarlos entre sí sería qué tan buenos o qué tan malos salieron de sus cursos.
El tipo de consumo debería ser considerado como un rasgo definitorio, si no de la personalidad, sí de la manera en que nos comportamos, pues no sólo la cantidad de dinero nos permite pensar en el número o la calidad de los objetos que compramos, sino también la manera en que tenemos de ver la vida; tener y ser comienzan a mostrar sentido en dos situaciones específicas que son la riqueza y la pobreza, más cuando no se ha nacido y crecido en ellas y el acceso ha sido abrupto y traumático. Pero al final, la diferencia es el precio, pues en la mayor parte de las poblaciones urbanas, los pobladores tienen televisor, reproductores de audio y video, ordenadores electrónicos y acceso a la red, lo cual significa que todos, a pesar de nuestros esfuerzos por parecer distintos, estamos entre iguales. Bueno, algunos serán malvados. Salud.
Beto
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