lunes, 28 de abril de 2025

Dichosos los invitados

Sus publicistas se han encargado
de enredar más las cosas. Foto: BAER

Irapuato, Gto.-

1. El milagro de existir. No es algo que haya pensado hace apenas unos meses, llevo una parte importante de mi estancia en este mundo convencido de que somos producto de la casualidad en este basto universo; piénsenlo por un momento, ¿a qué ente divino le interesaría crear a diminutos seres para que lo adoraran, por allí, en una parte recóndita al borde de una galaxia como las hay millones, separadas por inmensas distancias, dejándonos casi en calidad de polvo cósmico? Encima de eso, ¿cómo se le ocurrió la idea de que, dentro de su misma creación, debía tener un pueblo consentido? ¿No sería mejor suponer que somos un accidente natural? Quizá así valoraríamos más a este planeta y nuestra estancia en él y con ello, dejarnos de tarugadas.

2. Así en lo micro como en lo macro. Hace ya cuatro décadas que vengo pensándolo, somos producto de la casualidad (no del azar), de la coincidencia de factores que favorecieron que una base de carbono se volviera animada y que tuviera que competir por su sobrevivencia; las especies mejor adaptadas al entorno que les tocó vivir, fueron las que pudieron imponer su genética para mantenerse en este planeta, mediante lo que Darwin llamó la selección natural, pero las casualidades tuvieron que ser muy puntuales en tiempo y espacio, tal y como se dieron las condiciones para que cada uno de nosotros arribáramos a este mundo. Si damos una ojeada a las leyes de Mendel, entenderemos que si los cigotos que nos gestaron hubieran sido distintos, otro estaría en nuestro lugar.

3. El cuarto de almas. De los mitos más románticos de los que tenemos referencia, está el reservorio de almas que supuestamente Dios tiene para dotar a los nuevos cuerpos que nazcan en el mundo, lo que se contrapone tajantemente a la creencia de la reencarnación; las matemáticas son contundentes, si actualmente somos casi ocho mil millones de humanos con un crecimiento constante en una tasa que pocas veces baja, en unos cuantos lustros podríamos llegar a diez mil millones, lo que para un ser todopoderoso no sería problema ya que pareciera que las almas se reproducen sin restricciones pero, ¿qué hay de las almas recicladas? ¿Las nuevas les ceden su lugar? ¿Qué razón habría de crear nuevas si desde la creación el número ha aumentado y no sabemos cuáles son cuáles?

4. De regreso al origen. Si fuéramos un alma, parte de un todo que está conviviendo con otras almas en un lugar perfecto, sin padecer ni por los sufrimientos ni las necesidades mundanos, ¿tendría sentido tener que bajar a un planeta imperfecto a probar... qué? Dirán que para alcanzar la perfección, pero allá donde supuestamente estábamos, ya era perfecto. ¿Sólo Dios lo es? Pero sus creaciones también, ¿no? Y si somos partes de él, ¿qué mente retorcida debe tener para mandar trocitos de sí mismos (con la ilusión del libre albedrío) a pelearse entre sí? Y después de todo eso, hacerlos volver a ocupar su lugar en su celestial esencia para contemplarlo o, en su defecto, contemplarse, pues somos parte de él. Un origen así no parece ser del todo atractivo, menos si no hay garantía de algún día poder descansar. Salud.

Beto

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No más que un centro comercial

Así lo vimos nosotros. Foto: BAER Irapuato, Gto.- 1. M uy bonito, sin embargo... A poco más de tres meses del evento, creo ya haberme ganado...