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Hay conflictos ideológicos que nos sacamos de la manga. Foto: BAER |
1. El tiempo que nos tocó. Coincidimos, como es normal en todas las épocas, con gente diversa con la cual hay que negociar la convivencia en todos los sentidos, visión que cada generación interpreta según sis circunstancias, aunque lo que prevalece es la suposición de que aquellos que no pertenecen a nuestro «clan», siempre estarán al asecho para vernos la cara y abusar de nosotros; la vida en un ambiente tan contrario a lo que humanamente debería ser un amigable estado de gracia (sarcasmo), nos ha mantenido alejados a pesar de que las construcciones que habitamos casi compartan los mismos espacios; tiempo éste en que las cercanías son virtuales y las lejanías próximas, en el que los esfuerzos se premian con más exigencias y la inoperabilidad, con apoyos que más parecen sobornos.
2. La nostalgia desconocida. Seguramente en algún momento en el que se encontraban solos viendo una película del cine de oro mexicano, les habrá entrado la curiosidad por saber cómo se viviría realmente en las décadas de los cuarenta y cincuenta; posiblemente sucumbieron a la tentación de romantizar esos años sin considerar que lo producido entonces, respondió a las necesidades de la guerra y la postguerra, lo que permitió retratar a un México que, para esos días, ya no existía como tal, me refiero al país rural y costumbrista que solía ser en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Por otro lado, los que pretendían mostrar la realidad del país, debían velar sus intenciones por estar supeditados a las reglas de la censura.
3. Sentirnos anacrónicos. Las imágenes rescatadas de lo que recordamos o de lo que nos muestran diferentes medios, pareciera que un aspecto de nuestra vida es guardarle culto a un estilo de vida que, o desapareció muy pronto en la segunda mitad del siglo pasado o nunca existió que es «el bueno de la vecindad» interpretado en el cine mexicano por Germán Valdés, Pedro Infante y Mario Moreno en «El revoltoso», «Nosotros los pobres» y «Si yo fuera diputado» respectivamente entre otras; se trata de mexicanos que están siempre para los demás, sin importar las circunstancias en las que se encuentren a riesgo de perderlo todo en el proceso, lo cual no parecía importarles pues lo que los dignificaba era su propio sacrificio, rebabas de los personajes románticos del siglo XIX.
4. ¿Aceptación o resignación? Los que me conocen, saben que no soy aficionado ni mucho menos apasionado o fanático de una religión, ideología o equipo deportivo, lo que me permite ver todo a una distancia prudente y mi no creencia en religión alguna, sistema económico de producción ni deporte idolátrico quizá me convierta en un ateo total porque me parece que si negara al catolicismo pero fuera un incondicional del fútbol y un socialista de hueso colorado, no pasaría de ser un hipócrita por solamente sustituir un sistema religioso por otro tipo de dogmas: Supongo que al aceptar imposiciones doctrinales como el conflicto capitalismo socialismo equivale a engancharse a una forma de fanatismo disfrazado de deportivismo como el «al que sea, menos al América». Salud.
Beto
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