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Ni siquiera las leyes han estado a favor de la legalidad. Foto: BAER |
1. Un término algo desgastado. Aparte de ser el título de la trilogía escrita por Paco Igancio Taibo II, patria no pasa de ser un término abstracto que, por mucho, sólo causa algunas cosquillas en el estómago los Lunes de honores a la bandera, eso si acaso presentamos alguna estampa en ese acto académico; la patria es intangible, se divide en porciones de identidad y requiere de símbolos para que pueda ser vista por los simples mortales de a pie. Desde la escuela primaria, la manejamos como si fuera un patrimonio de todos los administradores que, elegidos por sufragio, la han secuestrado para su propio beneficio; el avance en nuestra vida nos provee de una especie de caparazón con el que tratamos de evitar las condiciones en las que nos hemos metido por soportarlos y seguir su juego supuestamente democrático.
2. Un México que no existe. Es posible que muy en el fondo todos hayamos estado deseando vivir en un país sin sobresaltos ni violencia, donde el dinero alcanza y donde las ambiciones individuales apuntan hacia ser mejores seres humanos, sabedores de que lo mejor que tenemos para ofrecer a los demás, somos nosotros mismos. Entre ese pensamiento y nuestras relaciones está interpuesta la realidad, una que nos ha obligado a normalizar los abusos, las injusticias y que sean perpetradas por el tipo «fuerte de personas»; el México apacible sólo existe en la propaganda gubernamental en la forma de panfletos turísticos y la poca paz que hay, es resultado de que hemos aprendido a aguantar estoicamente, la incertidumbre impuesta.
3. Otro que no planeamos. Cada trienio o cada sexenio, escuchamos una serie de discursos que invariablemente incluyen conceptos como desarrollo, mejoras en vialidades, empleo y educación, aseguramiento de salud, inversión y comercio y otros tantos que seguro nos pasan por encima pues ya los vemos como parte de un ejercicio tradicional, pero que a leguas se nota que son mentiras; soportamos meses extenuantes de mensajes supuestamente dirigidos a nosotros por parte de personas que se gastan nuestro dinero pero que para nada les importamos. Las pantallas repiten incesantemente imágenes inútiles y sin un contenido real sin mencionar en ningún momento cómo es que lograríamos llegar allá, ¿será porque en realidad no tienen preparación alguna?
4. El que nos inventamos. Ese México no está tan alejado de nuestros potenciales, sólo falta voluntad para hacerlo juntos confiando en que todos estamos dando nuestro mejor esfuerzo, dejando atrás los temores que, por lo general, cargamos a cuestas sin más entendimiento que «aquí nos tocó vivir» tragicómico y resignado, manteniéndonos al amparo de imágenes a las que a ratos veneramos y a ratos vituperamos. El México de nuestra invención responde más a los dichos populares que a la indagación y puesta en acción de planes que de verdad nos involucren como dueños del país, no como inquilinos en casa ajena; a quien se le ocurrió que podía apoderarse de lo que nos pertenece a todos, no quedaría opción que declararlo sin más, traidor a la patria. Salud.
Beto
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