El hambre es mental

Para una buena hambre, Foto: El amigo Toño

La supuesta equivocación de mi tía al llamar “psicóloga” a nutrióloga no parece estar tan errada; hoy fue una de esas mañanas en que en las que la cuarentena se ensañó con mi rutina, obligándome a buscar alternativas radiofónicas que llenaran el espacio dejado por la selección musical de siempre. La WE fm atrapó mis oídos con una voz algo tipluda pero no desagradable, su dueña de nombre Atala estaba enfrascada en un monólogo que intentaba explicar... no sé qué.

Lo que en realidad me hizo quedarme escuchando, fue la entrevista que le hizo a la nutrióloga Gina Jiménez, quien expuso una razón por la que ponerse en un régimen alimenticio no funciona, ésta es la combinación de alguna carencia con el miedo a enfrentarse a uno mismo. Parece una sentencia lapidaria, pero ambas mujeres acertaron en plantear tal situación como la oportunidad de aprender, no a sobrellevarla, sino a aceptar la vulnerabilidad eventual.

Resulta interesante que hubieran mencionado como un temor el hecho de autoconocernos y que, además, sea un motivo de la compulsión a comer. Debo confesar que lo entendí desde lo personal pues, aunque algo tardío,  creo que al fin adquirí una perspectiva productiva de la soledad; podemos haber escuchado sobre ella entablando alguna plática filosófica con un amigo o con un pariente o leído un libro, pero verla en primera persona es otra cosa.

A todos nos pasará en algún momento, lo importante es no tratar de compensar el temor a enfrentarnos a nosotros mismos con comida; las alternativas que plantearon son variadas y al alcance de cualquiera, por ejemplo, la meditación. Esta opción parece atacar ambas situaciones al mismo tiempo pues, por un lado, nos mantiene entretenidos pensando en cosas benéficas, por lo tanto sin comer y por añadidura, sabiendo de lo que somos capaces. Salud. Se me antojaron unas gordas.

Beto