A todos nos llega un tema de preocupación, alguna vez. Foto: BAER |
Veo de reojo el altero de papeles que obstruyen el paso al armario del estudio, lo que ha impedido que éste se abra en varios meses,,, años,,, no tengo idea, lo que sí está claro es que me llevará un tiempo similar al que ha transcurrido desde que me propuse escombrar; voy a paso lento pues los reencuentros con el pasado, literalmente han ido apareciendo con una tinta cada vez más tenue y su utilidad inicial se niega a perderse del todo. El aire no tan frío parece susurrarme al oído que no es tiempo de andar poniendo orden en asuntos conjugados en pretérito, que lo hecho, hecho está.
Mientras tanto, lo que está por hacerse se asoma juguetona como pronosticando otra jornada de prórroga a su atención; no había reparado en sus cualidades de pitonisa ni en la facilidad con la que puedo convencerme de que la procrastinación es lo mío. Puede ser que lo declare deporte de alto riesgo ya que en varias situaciones, procrastinar representa la posibilidad de pasar de una aparentemente inofensiva discusión a una real confrontación si se vive con alguien, manazos de por medio o como diría el profesor Salvador Mundo no necesariamente de viejo se caen los dientes.
Por el grado de estrés que significaría el decidir abandonar la zona de comodidad del fin de semana por verme activo, estoy pensando en aplicar una estrategia solipsista, ya que no se vislumbran siquiera visitas, de cuya furtividad he gozado en ocasiones, así entonces, como sólo yo existo en este espacio planteado desde la funcionalidad cuadrada y casi inoperante de la ingeniería civil (eso sí, muy aguantador), no voy a preocuparme por lo que no sucederá, me esforzaré por lo que tengo a mi alcance y pediré por que no me caiga una auditoría materna, amén. Salud.
Beto
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