¿Qué prejuicio usaríamos par contratar a uno de ellos? Foto: BAER |
En los últimos años ha sido tan perjudicial el dar por hecho que las formas humanas de comportamiento son monolíticas como suponer que el escándalo y la estridencia son estrategias válidas de convencimiento, cuando ambas son formas violentas de imposición; escandalizar y reprimir se han tornado en las dos caras de una moneda de la cual nadie se adjudica su acuñación. Lo que pareciera estar claro es que otros, los demás, la gente, tiene la culpa de que no nos entendamos porque es sucia, escandalosa, floja y carece de los más elementales principios y, por supuesto, no reconoce a la autoridad, todo lo anterior aprendido por todos porque todos lo repetimos a la más mínima provocación, pues nos funciona como un bálsamo con el cual aliviamos las úlceras anímicas acumuladas.
El conocimiento también juega un papel importante en los juicios de valor que esgrimimos para dar por hecho que «las cosas no van a cambiar» por mucho que «sepamos» que los individuos no somos los mismos ahora, que en nuestra más tierna infancia, pero una vez más el espectro comunal hace su aparición para dar sustento al «yo resignado» ya que «la gente no cambia». Otro hecho «irrefutable» es que los demás son tontos y no saben hacer las cosas, al menos no tan bien «como las hago yo», sólo hay que ver las porquerías que pululan en nuestro entorno, sin nadie que las haya supervisado y ni quien quiera componerlas porque eso le toca al gobierno que, por supuesto, son una bola de rateros que sólo buscan quedarse con la lana que a todos nos ha costado ganar.
Lo anterior y otras linduras decimos como si tuviéramos acceso a la información que nos permitiera comprobarlas; se tratará de secretos a voces, pero no tenemos al menos un recibo que nos muestre en qué están gastando los impuestos que no son otra cosa que un ratón que corre en el círculo vicioso que es el sistema tributario nacional. ¿A qué me refiero? A que nosotros buscamos cómo no pagarlos porque suponemos que se los roban y ellos buscan aumentarlos y diversificarlos porque nosotros los evadimos; ambos bandos damos por sentado que el otro hace trampa desde la suposición de que estamos entre iguales, pero no atendemos que Juan Villoro, Carlos Ancira, Lupita D’Alessio y el «Chapo» Guzmán son hijos de esta misma sociedad; para pensarse. Salud.
Beto
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