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Posiblemente nos falten algunos retoques. Foto: BAER |
1. En lo material. Hemos podido echarle la culpa de todos nuestros males a la historia, hasta del hecho de estar mal alimentados; por un lado, responsabilizamos al mestizaje, porque aquí los aborígenes comían muy sano y se bañaban todos los días, basaban sus relaciones sociales en el trabajo y los excesos eran duramente penalizados. La culpa la tuvieron los españoles que vinieron con sus aceites, sus puercos y sus vinos, como si el canibalismo ritual hubiera sido mejor, pero no caemos en la cuenta de que no fue la mezcla en sí, sino lo que hacemos los mestizos con el legado de ambas partes, basado precisamente en una dinámica de compensaciones por vivir en sociedades caóticas sumidas en un mar de crisis sin saber porqué, ni las causas que la crearon.
2. En lo mental. Para los estándares mundiales y para los pueblos prehispánicos probablemente también, los mestizos de Iberoamérica no terminamos de madurar y en el caso particular de México, eso se nos nota al momento de dar explicaciones de cómo somos; no es que no tengamos respuestas, sino que al dar lo que podría ser nuestra versión de un autorretrato, pareciera que esperamos la evaluación aprobatoria de nuestro interlocutor, como un adolescente en examen oral, síntoma de que posiblemente seguimos cargando con el trauma del abusado pueblo del que todos se han aprovechado, por lo tanto, aspiramos a la benevolencia ajena para que nos otorgue un lugar que ha estado ahí, en el concierto de las naciones, pero que no hemos tomado del todo por suponer que no lo merecemos.
3. En lo social. Es más, un tema de identificación de nuestro rol en el grupo y de lo efectivos que seamos para servir en lo que nos propongamos; el detalle está en entender que el aprendizaje no termina con un grado escolar porque, para lo único que sirve la academia, es para aprender a aprender, sin embargo, sólo nos estancamos en la acumulación de datos de la cual, un gran porcentaje no nos representa utilidad alguna. Por otro lado, está el tema de la identidad (ya mencionada en otras oportunidades) cuyo sustento parece estar asentado en los conceptos inadecuados, por ejemplo, en un solo pueblo prehispánico del cual queda poco o nada, en una apropiación cultural que no termina de aceptarse por falta de información, en un grupo de fútbol que triunfa a cuanta gotas y en la sensación de pérdida por todo ello.
4. En lo individual. Somos parte de una sociedad inacabada, sin una identidad fija y lo que presumimos, aún no tiene la aceptación total que como de origen debe ostentar; como individuos, defendemos a medias a una patria carente de rostro pero con las cicatrices de los golpes que no nos han dejado olvidar. Hasta aquellos que suponen tener resuelta su vida, carecen de una identidad que los guíe sobre el servicio a los demás dejándolos con la idea de que lo principal es la satisfacción personal por encima de la estabilidad social. La sensación de inseguridad actual es en parte resultado de la desconfianza que hemos sembrado metódicamente con el supuesto de que todo el mundo quiere aprovecharse de nosotros, un temor irracional que no nos permite el crecer ni desarrollar esos potenciales que presumimos. Salud.
Beto.
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