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Habrá preocupaciones, pero no podemos dejar que nos dominen. Foto: BAER |
1. Ir contracorriente. Parece más una leyenda urbana (lo que sea que implique eso), pero el comparar los esfuerzos individuales con el viaje de un salmón no parece justo, por la suposición de sobre valorar el lo realizado en solitario, siendo que a diferencia del pez, tendemos a apreciar mayormente el vivir en sociedad; es cierto, las teorías administrativas se han dedicado a ensalzar a los «hechos a sí mismos» desde la perspectiva del líder proponiendo que ése es el camino más viable para ser considerados triunfadores, porque «cuando todo el mundo se conforma, sólo el que aprende a hablar inglés sale adelante», que «quien se prepara de manera constante y se reinventa, cumple sus metas», que «sólo los audaces tienen la atención y la admiración del mundo».
2. Pasar por loco. Estamos en un lugar en el que por encima de otras cosas, pretendemos valorar la modestia, de lo contrario corremos el riesgo de aparentar que nos falta un tornillo; si no se trata de una auto alabanza, ¿por qué resulta mal visto que aceptemos que somos buenos en algo? Habría que aclarar, aceptar no es lo mismo que vanagloriarse, la primera se termina con un «gracias», la segunda no conoce fin. En el medio está el reconocimiento propio, la aceptación que empieza sí con un gracias, pero se mantiene en la sutileza de la seguridad de ser uno mismo en cualquier lugar, sin anunciarse, sin tener que recurrir a tácticas de publicidad barata. No es necesario decir que «eres», todos van a notarlo porque no se puede ocultar; sobresalir no es una obligación, es una concesión que otorgan los demás.
3. Esperar reconocimiento. Que no un homenaje perpetuo sino simplemente ubicarnos en la calle o identificar algo como obra personal, sin más alharaca que señalarlo, algo así como una cita bibliográfica; escuchar algo semejante aun sin adjetivos, tiene el potencial de incrementar a la confianza de uno mismo, reafirmar el «yo» e identificar el lugar en el que estamos parados. Es posible que el logro personal que más influya en uno mismo, sea el sabernos partícipes de un grupo social y ser activos en lo más significativos para su desarrollo. Episodios de reconocimiento los tenemos a diario en las formas de un saludo, el ceder el paso en una puerta o un asiento, el detenernos al encontrarnos con un amigo y todos están dirigidos a un aspecto específico de nuestra existencia.
4. Saber dar crédito. Gran parte de nuestra seguridad está en saber admitir los aciertos de los demás por una razón muy simple, al hacerlo, estamos poniéndonos en la misma plataforma del otro sin importar el nivel académico que ostente, lo que dará confianza a la contraparte para vernos de la misma manera, lo cual no significa otra cosa más que respeto. El crédito (como confianza) otorga un valor adicional al que tenemos implícito como individuos ya que nos viene de otras personas, así que si alguien afirma que tenemos alguna cualidad, física, afectiva o laboral, debemos entender que si pudo notarlo, es porque de alguna manera, esas personas también la tienen, lo que además implica que estamos tratando con iguales, así que la concordia está asegurada. Salud.
Beto.